Chile | Proceso Constitucional: la solución final no ha de ser ideológica, sino de país

21 de junio de 2023by ES_

El pasado 7 de mayo del 2023 se celebraron las elecciones a consejero constitucional en Chile. Donde muchos ciudadanos, entregaron su voto y su confianza al partido republicano, y al bloque conservador Chile vamos, quienes tendrán mayoría absoluta para validar la redacción del nuevo texto constitucional que debe marcar el rumbo del país para los próximos cincuenta años. Sin duda, para una inmensa mayoría de chilenos y chilenas es un panorama lleno de incógnitas e incertidumbres de cara al próximo plebiscito del 17 de diciembre, que obligara a la sociedad chilena a decidir con su voto entre dos opciones: aprobar la constitución de Kast o seguir conviviendo con la constitución de Pinochet.

Más allá de la distopia. Los representantes políticos están obligados a proporcionar soluciones eficaces que mejoren el estado del bienestar. Para ello, los partidos políticos deben explicar claramente a la ciudadanía cuáles son las propuestas concretas que proponen para mejorar la calidad de vida de todos los chilenos y chilenas. Esto no va de cálculo político, esto va de mejorar el estado del bienestar, y para ello, es importante crear puntos de encuentro en base al consenso, al dialogo y al respeto hacia el adversario político. Porque cada vez, son más las voces anónimas que reclaman terminar con la crispación y polarización que protagonizan la clase política chilena. Que en estos últimos años, no han sabido transmitir confianza y han frenado en seco, las expectativas de futuro de una sociedad que se siente huérfana, cansada y engañada por las promesas incumplidas.

Con este panorama apocalíptico, no es de extrañar que más de 2.5 millones de personas hayan decidido pasar a la abstención el pasado 7 de mayo. Y tres millones de chilenos hayan optado por depositar su confianza en un partido de extrema derecha radical populista, llamado republicano. Toda esta gente, no lo hicieron porque se levantaron ese día, pensando que eran anarquistas o de extrema derecha, sino que simplemente, a través de su voto evidenciaron su decepción, su desánimo, su hartazgo y frustración con la clase política chilena. De hecho, todo esto, hace presagiar que el malestar social seguirá vigente cada vez que haya procesos electorales en Chile. Ya que la población expresa su enojo y enfado en las urnas, al ver que pasa el tiempo y que los partidos políticos están más preocupados de liderar el marco narrativo desde su trinchera ideológica, que expresar empatía social hacia la ciudadanía que lo está pasando mal o muy mal.

Son tiempos confusos, porque los lideres políticos hablan y hablan pero ninguno tiene la humildad de escuchar. Son tiempos confusos porque la polarización política es muy atractiva y rentable para los medios de comunicación. Son tiempos confusos, porque la ciudadanía ha dejado de tener pensamiento crítico y a optado por dar credibilidad a las noticias falsas que buscan el impacto y no la verdad que le llegan a su whatsapp y redes sociales. Son tiempos confusos porque la política sigue siendo un problema para mucha gente en vez de ser la solución.

Por consiguiente, la ciudadanía sigue esperando una autocrítica sincera, humilde y transparente por parte de todos los partidos políticos, que probablemente son los responsables de instalar un clima de polarización, y que ha sido muy atractiva para los medios de comunicación, y los algoritmos de las redes sociales que amplifican, magnifican y distorsionan los hechos relevantes para tratar de influir en la opinión pública. Los errores en política se pagan caro. Y ahora mismo los partidos de centro izquierda y centro derecha, lo están viviendo a nivel orgánico y a nivel de expectativas electoral, porque una inmensa mayoría de sus votantes y simpatizantes han dejado de confiar en ellos, y han decido cambiar de marca política o simplemente han optado por quedarse en casa.

Todos estos factores, han configurado un clima de calma tensa. Es como una rabia contenida. Es un clamor transversal que no entiende de ideologías, ni de clases sociales, ni de edad, ni de genero. Simplemente, es una masa crítica muy descontenta que percibe que prácticamente todo sigue igual o peor, después del estallido social del 2019. En gran medida, porque ven a la clase política muy desconectada de los problemas que preocupan. Llegado a este punto, es preciso señalar que a la inmensa mayoría de los chilenos no le interesa la política, porque si realmente les interesara, la analizarían desde un enfoque crítico, racional y constructivo. Sin embargo, lo que capta mejor la atención de la opinión pública chilena son las polémicas, los cahuines, las soluciones fáciles y viscerales a golpe de tuit de algunos políticos que están obsesionados por ganar notoriedad mediática.

En dicho contexto de crispación, miedo e incertidumbre la sociedad chilena en general ha sentido y sigue sintiendo que los representantes políticos están muy alejados de solucionar sus necesidades reales. Lo cual, es un gran problema que dificulta la gestión eficaz de cualquier gobierno sea nacional, regional o municipal. En este sentido, lo más sensato, seria sacar de la batalla política los temas urgentes para que el país siga avanzando, con el objetivo de fortalecer la democracia, la igualdad y la justicia social desde Arica a Punta Arenas. Pero esto no sucederá, ya que un contexto de polarización permanente, donde prevalece el ruido mediático, que es un escenario muy beneficioso para muchas formaciones políticas que están obsesionadas con crecer electoralmente, y alcanzar el poder de la manera más rápida posible.

Chile, necesita estabilidad para consolidar su frágil democracia. Por eso, no todo vale en política. Ya que ninguna formación política debe apropiarse de la bandera del país, porque es un símbolo del Estado, y por tanto, pertenece a todos los chilenos sea cual sea su ideología.

Chile, vive tiempos confusos. Y el ejemplo más reciente, lo encontramos en el rechazo al texto constitucional en septiembre del 2022.  Sin duda, el clima de polarización facilito, que el bloque de la derecha, desde el primer momento busco desprestigiar el proceso constitucional, y para ello, diseño un relato político en negativo, donde presuntamente uso bulos y desinformación que rápidamente se propago por redes sociales y whatsapp. La estrategia y la táctica politica, fue muy eficaz, ya que marco una corriente de opinión dominante en los medios de comunicación que influyeron notablemente en la opinión pública, a la hora de decidir su voto. En política hay cuartada para todo. Pero la realidad es la que es, y dentro de la convención se produjeron actitudes bochornosas que ayudaron al desprestigio del trabajo constitucional. Es decir, el comportamiento de algunos convencionales electos que se dieron el lujo de votar desde la ducha, tocar la guitarra en un pleno, el disfraz de la tía pikachu, el cáncer que no existía. Termino provocando un hartazgo generalizado en la sociedad chilena, y el resultado final, fue que más del 60% de la ciudadanía voto rechazo.

Cuando se pensaba que Chile había aprendido de sus propios errores. Millones de electores que votaron el 7 de mayo del 2023, confiaron en el partido republicano y el bloque conservador de Chile vamos, para que solucionen los problemas de inseguridad, delincuencia e inmigración que azotan al país. Pero la realidad es cruel, y esas promesas al viento que prometieron en franja electoral, no se cumplirán porque la misión de los consejeros constitucionales electos, está enfocada en aprobar una propuesta de texto de nueva Constitución. Por lo tanto, promulgar leyes específicas es competencia exclusiva de los diputados y senadores del parlamento chileno. Creo que es un error gravísimo engañar a la población prometiendo soluciones fáciles y sencillas desde un enfoque ideológico radical, a problemas que son estructurales y complejos de resolver a corto plazo, sino hay un acuerdo transversal entre todas las fuerzas políticas. Chile, necesita espacios de consensos para transformar los errores político en aprendizaje de país.

Sin ir más lejos. El pasado 7 de junio, frente a los tres poderes del estado, juraron sus cargos los hombres y las mujeres que fueron electos para formar parte del consejo constitucional, y nuevamente los juramentos fueron de lo más estrambóticos, al igual que las ansias del postureo social y mediático de muchos de ellos. Quizás lo más destacado de la sobria liturgia política, fueron las palabras de Miguel Littin: “la historia no perdonara a quienes se dejen llevar por pasiones o revanchismos del pasado”. Como cabía de esperar, estas palabras no han tenido mayor transcendencia. Al igual que la dinámica del proceso de participación ciudadana, que la inmensa mayoría de chilenos y chilenas dice desconocer. Quizás porque el ruido político que se expande en bucle por los medios, las redes sociales y la mensajería instantánea ha impedido captar el interés por parte de la ciudadanía.

Chile, necesita urgentemente una cultura del consenso y de acuerdos transversales, y el primer paso es aprender a negociar desde el respeto hacia al adversario político, y para que este proceso constitucional tenga éxito, la solución no ha de ser ideológica, sino de país.

A modo de reflexión, podemos decir que la política chilena seria muy distinta si los diputados y senadores trabajaran con eficacia para centrarse únicamente en los problemas que se deben resolver con urgencia, leyes que son importantes en materia de seguridad ciudadana, inmigración, sanidad, educación, economía, vivienda, empleos y pensiones dignas que tengan como objetivo final, mejorar el bienestar de la sociedad. Y no perder tanto tiempo, en regalar sermones y recetas sobre lo que se debe corregir. De hecho, lo pueden hacer en esta legislatura, pero quizás por una cuestión de estrategia e interés electoralista de unos y otros, prefieren aplazarlo eternamente. Creo que es urgente aglutinar un mayor consenso político para que las políticas públicas reduzcan las desigualdades. Mientras tanto, la ciudadanía sigue percibiendo que vive en un país en blanco o negro como lo retratan los medios de comunicación.

El próximo 17 de diciembre, sabremos si la ciudadanía con su voto aprueba o rechaza el nuevo texto constitucional. No obstante, también veremos la paradoja del presidente Boric quien deberá decidir si apoya la nueva propuesta de constitución redactada por el bloque de la derecha reaccionaria o defender la constitución de Pinochet. Esta incoherencia, hace intuir que la polarización política entre la extrema derecha, la derecha conservadora y el gobierno de turno, será muy atractiva para los medios y las redes sociales. Debido a que ambos extremos lideraran la pugna mediática gracias a los errores y meteduras de pata de uno y otros. Este contexto, también servirá para fijar el marco del relato político, de todos los partidos que ya se encuentran perfilando su estrategia para llegar de la mejor manera posible al plebiscito del 17 de diciembre.

A modo de conclusión, me gustaría decir que Chile tiene que avanzar hacia un proceso de reconciliación nacional, y para ello, un clima de polarización política permanente no es la mejor solución. O deciden hacer política todos juntos a través negociaciones que finalicen en consensos transversales, o cada uno desde su sesgo ideológico, sigue dificultando la posibilidad de transformar el país como exigen cada día un gran parte de la sociedad chilena. Hoy por hoy, la desconexión entre la clase política y la ciudadanía es notoria y evidente. Chile, debe hacer autocrítica, es la única manera de salir del conflicto y la polarización constante en la que se encuentra inmersa. De lo contrario, percibo que el descontento ciudadano de Arica a Punta Arenas, seguirá estando más vivo y vigente que nunca, y cada vez que los electores tengan la oportunidad de votar, volverán a castigar a todos aquellos actores políticos que la gente identifica como parte del problema.

A este respecto, los medios de comunicación no deberían centrarse tanto en la confrontación partidista, sino más bien, han de tener una actitud crítica y asertiva para exigir a los representantes políticos tanto del bloque de la derecha como de la izquierda que sean parte de la solución. Esto ayudaría a minimizar el populismo, la demagogia, la desinformación y la polarización que actualmente divide al país. Finalmente, me gustaría concluir diciendo que Chile, necesita aprender a negociar desde el respeto y sin ruido mediático para lograr alcanzar grandes pactos de Estado. Creo que es posible establecer diálogos y llegar acuerdos sin vetos cruzados que garanticen la participación de todas las sensibilidades ideológicas del espacio político. Soy consciente que es difícil pero no imposible.

Chile, ahora mismo necesita con urgencia un gran pacto de Estado que impulse sacar adelante la reforma tributaria y previsional, así como, la reforma sanitaria, ya que ambos temas son prioritarios para una mayor justicia social, más digna y equitativa para todas las personas desde Arica a Punta arenas. Mientras, no exista voluntad por parte de la clase política, no será creíble escuchar que ponen a las personas por delante, ya que los ciudadanos chilenos saben muy bien que quedan olvidados y marginados a la irrelevancia más absoluta, cuando los políticos prefieren enfocarse en liderar la pugna mediática, en vez de negociar acuerdos transversales que beneficien a la inmensa mayoría del país.

De ahí que, este nuevo ciclo constituyente, es una gran oportunidad para que los partidos políticos aprendan a negociar para llegar a consensos transversales para recuperar la confianza perdida de una parte de la población. Mientras esto no suceda, la brecha de desafección y hartazgo social hacia la clase política y los partidos, seguirá creciendo por parte de la sociedad chilena. Por consiguiente, el grado de polarización política de una sociedad es una variable clave que cuantifica hasta qué punto la opinión pública se divide en dos extremos opuestos. De hecho, si esta tendencia no cambia. Chile, seguirá en un contexto de polarización y de campaña electoral permanente.

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