¿Qué es la cercanía emocional partidista?

25 de noviembre de 2025by ES_

La cercanía emocional partidista es la conexión afectiva que una persona desarrolla hacia un partido político, más allá de las ideas racionales (Crespo-Martínez, Garrido-Rubia y Rojo-Martínez, 2022). De hecho, en el ámbito de la comunicación política, el uso de las emociones por parte de los partidos y lideres políticos es un activo estratégico en los procesos de campaña electoral, cuyo impacto e influencia favorece la participación y la toma de decisiones de los electores en un contexto determinado (Aira, 2020).

Desde una perspectiva teórica, los primeros trabajos de investigación sobre las emociones comenzaron en el ámbito de la sociología, más tarde se amplió al campo de la psicología y, luego a la teoría de acción social y cultural (Marcus et al., 2007). De hecho, las emociones se han consolidado como un factor relevante para entender su influencia en el comportamiento electoral.

Sin embargo, otros autores declaran que las emociones son una herramienta más que suelen utilizar los partidos políticos en campaña electoral, para construir un determinado clima de opinión, que permita proyectar visibilidad al partido o candidato/a en la competencia electoral (Campbell et al., 1960; Lachat, 2011). En este sentido, el enfoque teórico de la inteligencia afectiva de los investigadores Marcus y MacKuen (1993) concluyen que las emociones “ansiedad-entusiasmo”, ayudan a las personas a decidir de una manera más reflexiva sobre si aceptan o rechazan un partido político en campaña electoral.

En la actualidad, se ha normalizado el discurso político emocional con mensajes radicales, populistas y demagógicos que conectan muy bien con una parte de la sociedad que se siente frustrada, engañada y abandonada. Extendiéndose la percepción social que los partidos y lideres políticos ya no se preocupan de los problemas que aquejan al ciudadano de a pie. Todo este fenómeno, ha provocado que la identificación partidista sea más volátil e inestable, a pesar, que tanto la cercanía emocional como los vínculos afectivos cumplen un papel importante a la hora de fijar por parte del electorado una pertenencia hacia una determinada marca política (Barbalet, 2002; Lachat, 2011).

A este respecto, Jaráiz, Palomares y León (2020) sostienen que las emociones pueden generar en las personas un sentimiento de cercanía a grupos vinculados a un partido político, lo cual, con el tiempo ese vínculo se puede fortalecer o debilitar, en función del contexto económico, político, cultural y social. Relacionado con esto último, Barbalet (2002:3) sostiene que “las emociones no están simplemente en actos individuales de conformidad, sino en las interacciones sociales de manera más amplia”.

A partir de ahí, Barbalet (2002:5) llega a la conclusión que todas las acciones que realizan las personas se sustentan en lo emocional, incluida la política. Es por ello, que “un clima emocional no requiere que cada persona sufra o experimente la misma emoción. Dado que los climas emocionales son fenómenos grupales donde las personas ocupan distintas posiciones dentro de los grupos, desempeñan diferentes roles, poseen diferentes capacidades y punto de vista, lo cual, origina que los individuos difieran entre sí en sus experiencias emocionales. Sin embargo, en sus relaciones, cada uno contribuirá a los sentimientos del grupo como tal, a su formación emocional o clima”.

Llegado a este punto, la aportación de Ahmed (2014) desde el enfoque teórico de la política cultural de las emociones, plantea que las emociones están configuradas por normas sociales, historias y estructuras de poder, que “se adhieren” a las personas, instituciones, reforzando las jerarquías sociales en un contexto determinado. Incluso, Ahmed (2014) va más allá y advierte que los partidos y lideres políticos utilizan las emociones como el miedo, el odio, la vergüenza y el amor en sus declaraciones políticas para crear fronteras ideológicas entre “nosotros” y “ellos”. Por consiguiente, no es de extrañar que la extrema derecha utilice mensajes sencillos bien diseñados y cargados de pesimismo, para conectar con jóvenes y adultos jóvenes precarizados y frustrados porque perciben que su futuro cada vez es más incierto.

Cuando una democracia que no es capaz de escuchar, empatizar y resolver con eficacia los problemas de la gente común, estará contribuyendo al auge del populismo radical autoritario que llegara para ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos. Ese miedo constante, de hombres y mujeres de la clase media y trabajadora que vive a diario la precariedad económica y social, es el contexto ideal para que los discursos emocionales pesimistas sobre orden, seguridad, patria e identidad capten el interés de millones de electores.

En base a lo anterior, la manipulación emocional a través del miedo y la rabia se amplifican en las redes sociales, TikTok y WhatsApp, donde la desinformación, bulos, memes y el linchamiento político fluye a una velocidad vertiginosa, cuyo único propósito es movilizar a la ciudadanía y polarizarla. De hecho, las emociones negativas tienen una mayor influencia y persuasión en la construcción de identidad partidista, que las emociones positivas (Campbell et al., 1960; Barbalet, 2002; Marcus et al., 2007, Lachat, 2011; Ahmed, 2014). Sin embargo, la ciudadanía no quiere favores ni soluciones fáciles por parte de los partidos politicos, más bien, la gente reclama soluciones eficaces para impulsar una mayor calidad de vida y justicia social.

A modo de conclusión, podemos decir que las emociones en política se han consolidado como un factor clave tanto para movilizar a la ciudadanía como para polarizarla. En este sentido, la clase política utiliza muy a menudo la emoción como un arma para convencer, más que para argumentar. Dicho de otra manera, en la sociedad actual el debate de ideas con argumentos sólidos y con análisis basados en datos, ha sido reemplazado por un simple alegato emocional. En este contexto, el peligro de la exageración emocional en política puede agrandar la brecha de desconfianza social, y poner en jaque el funcionamiento de las instituciones democráticas de un país.

BIBLIOGRAFIA

Ahmed, S. (2014). The cultural politics of emotion (2nd Edition). London: Routledge.

Aira, T. (2020). La política de las emociones. Cómo los sentimientos gobiernan el mundo. Barcelona. Arpa Editores.

Barbalet, J. (2002). Introduction: Why Emotions are Crucial. Sociological Review, 50 (S2), 1-9. DOI: 10.1111/j.1467-954X.2002.tb03588.x.

Campbell, A., Converse, Philip, E., Miller, Warren, E., Stokes, Donald, E. (1960). The American Voter. New York: John Wiley & Sons.

Crespo-Martínez, I., Garrido-Rubia, A. y Rojo-Martínez, J. M. (2022). El uso de las emociones en la comunicación político-electoral. Revista Española de Ciencia Política, 58, 175-201. Doi: https://doi.org/10.21308/recp.58.06

Jaráiz, M., Palomares, J. A., y León, M. (2020). Análisis empírico de la desafección política y sus consecuencias en el comportamiento electoral en España. Revista Española de Ciencia Política, 52, 13–39. DOI: https://doi.org/10.21308/recp.52.01 .

Lachat, R. (2011). Electoral Competitiveness and Issue Voting. Political Behavior, 33 (4), 645–663. DOI: http://www.jstor.org/stable/41488880.

Marcus, G. E., Neuman, R. A., MacKuen, M. B., & Crigler, A. N. (2007). The Affect Effect: Dynamics of Emotion in Political Thinking and Behavior. Chicago: University of Chicago Press. DOI: 10.7208/chicago/9780226574431.001.0001.

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