En las últimas décadas, el análisis político suele distinguir entre la oferta y la demanda política, cuyo conceptos provienen del ámbito económico, los cuales, contribuyen a describir las dimensiones de la competencia política en un contexto determinado (Abou-Chadi y Orlowski, 2016; Jacobs y Hindmoor, 2022). Sin embargo, si observamos cualquier país democrático nos daremos cuenta que la fragmentación, polarización y populismo político, ha desplazado las demandas sociales de la ciudadanía, al distorsionar la percepción pública de los temas de interés, lo cual, provoca miedo, incertidumbre, estrés y hartazgo en la sociedad.
A este respecto, cualquier partido, líder o candidato/a político/a esta obligado a ser responsable de sus actos y de sus palabras, ya que la estrategia de la desinformación es tan poderosa que casi siempre consigue silenciar la verdad de los hechos a través del ruido mediático. Sin embargo, la clase política en su conjunto no debe olvidar que todos son responsables de fortalecer las instituciones del Estado, y sobre todo, de recuperar la confianza de la ciudadanía, que ven cada día como los engaños, la manipulación, los bulos y las falsas promesas han desplazado la ética política, la transparencia, la gestión eficaz, el respeto y la honestidad.
Por consiguiente, más allá de la oferta y la demanda política existen dos factores importantes que siempre hay que tener en mente. En primer lugar, no se puede gobernar sin asumir la pluralidad política y la diversidad territorial. Segundo, los lideres políticos y los partidos han de resolver con eficacia las demandas sociales, además, de impulsar el crecimiento y transformaciones que necesita cada provincia, región y/o país para seguir avanzando en igualdad de oportunidades. En esta dimensión, la demanda suele relacionarse con los electores que se pueden clasificar como consumidores de política. Mientras que, la oferta se vincula a los partidos o lideres políticos como productores de programas ideológicos (Mair, 2015; Casal-Bértoa y Rama, 2020).
Sin duda, este enfoque de la demanda y la oferta cada vez tiene más relevancia en las sociedades modernas, debido a la competitividad y la fragmentación política, lo cual, contribuye a impulsar y dinamizar el debate de la opinión pública con el objetivo de desplazar el eje ideológico en un contexto determinado. Desde esta perspectiva, Jacobs y Hindmoor (2022) utilizan el término “razonamiento político” en los procesos por los cuales los partidos (y su masa electoral) adoptan y cambian posiciones políticas espaciales, en función de cómo perciben el contexto de la demanda y la oferta, en cuanto a los temas políticos más polémicos y debatidos que cautivan o llaman la atención de las personas y de la sociedad en su conjunto.
En ese marco, Casal-Bértoa y Rama (2020) consideran que las elecciones son un instrumento de competitividad política, y por lo tanto, siempre están condicionadas por uno o varios temas de interés que marcan el debate social y la campaña electoral. No obstante, estos mismos autores expresan que en democracias consolidadas la fragmentación política conduce a la aparición de nuevos partidos, cuyo impacto y ansias de protagonismos, suele dividir casi siempre a la opinión pública y acaparar el interés mediático. Hoy por hoy, el vínculo de conexión entre partido-candidato/a y ciudadanía suele ser cambiante e incierto, lo cual, implica que los actores políticos deben hacer un esfuerzo para recuperar la confianza perdida del electorado.
Bajo esta lógica, podemos decir que la demanda política está vinculada al electorado, que representa los intereses, las expectativas sociales, las emociones colectivas, la cultura política y los problemas transversales, la cual, se puede fragmentar, radicalizar o despolitizar. En cambio, la oferta política busca influir en las preferencias del electorado proyectando un enfoque reactivo coherente asociado a la ideologías, programas, estructura organizativa y liderazgo político (Norris, 2004; Mair, 2015).
Actualmente, las instituciones y los actores políticos en sociedades modernas, llevan una tendencia de estar girando hacia una lógica de demanda, donde los partidos deben adaptarse rápidamente a los cambios económicos, sociales, culturales, emocionales y tecnológicos. De lo contrario, la inestabilidad institucional, la desafección política y la polarización afectiva puede generar un impacto de consecuencias impredecibles (Lachat, 2011; Casal-Bértoa y Rama, 2020). De ahí que, Röpke (2023) manifiesta que la demanda política siempre debe estar orientada por valores éticos y culturales, no solo por intereses a corto plazo.
A modo de conclusión, podemos señalar que existe un desequilibrio notorio desde un enfoque de oferta y demanda política, la cual, está basada en cambios de preferencias dentro del electorado (falta de expectativas sociales), y por el lado de la oferta política, basada en la retórica discursiva emocional que promueven los partidos, lideres políticos y/o candidato/as (que ofrecen promesas ideológicas fáciles a problemas complejos) que son evidentes en cualquier país y/o región. Este fenómeno, ha originado que las estructuras de competición política hayan pasado a sustentarse sobre la dimensión del conflicto, relativas a temas políticos, económicos y culturales (Norris, 2004; Meguid, 2005, Mair, 2015).
De acuerdo con Casal-Bértoa y Rama (2020) cuando existe fragmentación política, siempre lleva asociado el riesgo de problemas de gobernabilidad, lo cual, puede explicar si las transformaciones en el sistema de partidos se deben a un problema de demanda que no ha sido cubierta; o bien a una oferta de nuevos partidos políticos. Desde esta lógica, tanto el bloqueo político y la desafección son consecuencias de la polarización afectiva que puede venir originada por el desequilibro existente entre demanda y oferta política.
REFERENCIAS
- Abou-Chadi, T. & Orlowski, M. (2016). Moderate as necessary. The role of electoral competitiveness and party size in explaining parties’ policy shifts. Journal of Politics, 78 (3), 868–881.
- Casal-Bértoa, F. & Rama, J. (2020). Party decline or social transformation? Economic, institutional and sociological change and the rise of anti-political-establishment parties in Western Europe. European Political Science Review, 12, 503–523. DOI: 10.1017/S1755773920000260
- Jacobs, M., & Hindmoor, A. (2022). Labour, left and right: On party positioning and policy reasoning. The British Journal of Politics and International Relations, 26(1), 3-21. https://doi.org/10.1177/13691481221099734 (Original work published 2024)
- Lachat, R. (2011). Electoral Competitiveness and Issue Voting. Political Behavior, 33 (4), 645–663. DOI: http://www.jstor.org/stable/41488880.
- Mair, P. (2015). Gobernando el vacío: La banalización de la democracia occidental. España: Alianza Editorial.
- Meguid, B. (2005). Competition between unequals: the role of mainstream party strategy in niche party success. American Political Science Review, 99(3), 347–359.
- Norris, P. (2004). Electoral Engineering: Voting Rules and Political Behavior. Cambridge: Cambridge University Press. DOI: https://doi.org/10.1017/CBO9780511790980