¿Cómo mueren las democracias en el siglo XXI?

21 de mayo de 2022by ES_

Las democracias comienzan a expirar cuando los lideres y los partidos políticos gestionan las instituciones del estado de manera ineficaz y con poca transparencia, pero el óbito más común es que sea través del proceso electoral mismo y sus resultados, además, la historia reciente nos proporciona una amalgama de ejemplos de adulteraciones, que han modificado los resultados de las urnas en un determinado contexto social (Levitsky y Ziblatt, 2018).

En la actualidad, muchos son los países del mundo desarrollado donde algunos políticos irresponsables han llevado a sus conciudadanos a una espiral de polarización ideológica y social de consecuencias impredecibles a corto y medio plazo. Según, Yascha Mounk (2022) las democracias liberales se han vuelto más inestables en el siglo XXI, debido a que la transformación multiétnica de las sociedades modernas se ha identificado desde una perspectiva del oportunismo político, más como una amenaza que una oportunidad.

Según, Levitsky y Ziblatt (2018:11) las democracias ya no mueren como lo hacían décadas atrás “a manos de hombres armados”. Simplemente, los gobiernos de las democracias liberales celebran elecciones y emplean ad hoc las instituciones “democráticas” del estado para consolidar su poder antes las amenazas internas y externas.

El ejemplo más claro lo observamos cuando la pandemia del COVID19 alcanzo su punto más álgido, en dicho contexto, las fakes news contribuyeron a ensanchar la brecha de desconfianza hacia las instituciones, generando nuevos conflictos sociales y profundizando en los ya existentes, llegando incluso a modificar la agenda política y al mismo tiempo pusieron en jaque la estabilidad democrática en diverso países. Según, Mudde (2007) este tipo de contexto es el escenario idóneo para “el auge de partidos populistas de extrema derecha radical populista que aprovechan la incertidumbre para impulsar el enfrentamiento entre dos actores antagónicos, unos ciudadanos de bien y una clase política moralmente corrupta”.

Llegado a este punto, es preciso señalar que vivimos en una época muy frágil e inestable para la democracia, donde el postureo político, las nuevas formas de consumir información, y sobre todo, la fabricación de noticias falsas, que se difunden a través de los medios de comunicación y las redes sociales, tienen un impacto impredecible sobre nuestro estado de ánimo, haciéndonos más emocionales y más vulnerables al discurso populista.

Según, Eatwell y Goodwin (2018:14-15) para comprender la transformación histórica de la política occidental en la últimas décadas, hay que prestar mucha atención a cuatro cambios sociales que están marcando profundamente a las sociedades modernas, ya que tanto el auge como el crecimiento del populismo nacional es un fenómeno global complejo que avanza en distintas intensidades y direcciones en función de las particularidades de cada país, y que se puede resumir en las “4D”:

  • DESCONFIANZA: Los ciudadanos de las democracias liberales modernas ahora miran a las elites políticas de los partidos hegemónicos, y a las instituciones del estado, y no ven a lideres políticos con las que se identifican o confían. De hecho, estos votantes prefieren a lideres populistas (forasteros) quienes expresan un cinismo similar al de las elites políticas y económicas tradicionales, que siempre están dispuestos a ofrecer soluciones fáciles y radicales en sus propuestas discursivas.
  • DESALINEACION: Los votantes están dejando de ser leales a los partido tradicionales hegemónicos porque han dejado de ser atractivos y, sobre todo, porque las promesas electorales no han sido cumplidas, además, sienten miedo por el crecimiento rápido de los flujos migratorios que está destruyendo la identidad histórica y las formas de vida de la nación. Y es aquí, donde la extrema derecha radical populista ha sabido capitalizar ese descontento social.
  • PRIVACION: Los votantes tienen claro que la economía liberal y las bondades de la globalización han sido factores claves para evidenciar las crecientes desigualdades de ingresos y riquezas en occidente, así como, la perdida de expectativas para que las ciudadanía pueda sobrevivir en el presente y luego poder construir un futuro mejor. Y esta profunda insatisfacción es alimentada día a día por la extrema derecha radical populista.
  • DESTRUCCION: Los ciudadanos son testigos de cómo los cambios demográficos, y la evolución tecnológica han impulsado que los actores políticos y su manera de enter a la sociedad, se haya vuelto más caótica, volátil, fragmentada e impredecible como en ningún otro momento de la historia de la democracia de masas en occidente. Y los electores saben muy bien que aquellos partidos tradicionales hegemónicos con mayoría absolutas y votantes leales ha llegado a su fin, y que para recuperar la confianza perdida han de hacer una profunda reflexión.

En base a lo anterior, Eatwell y Goodwin (2018:15) concluyen que al analizar las “4D” permite constatar como los movimiento o partidos populistas, han sabido identificar a un “grupo potencial”, es decir, “un gran número de personas que sienten que ya no tienen voz en la política, que se sienten abandonados y ven con mucha preocupación el aumento de la inmigración”, lo cual, genera incertidumbre ya que perciben que estas transformaciones socioculturales amenazan a su identidad nacional, su estilo de vida, y que el sistema económico neoliberal lo están dejando excluidos en relación con otros colectivos extranjeros, y por lo tanto, muchos ciudadanos ya no se identifican con las políticas públicas establecidas.

Sin embargo, Rama y Casal Bértoa (2019) señalan que “aunque la democracia como sistema no está en peligro, su componente “liberal”, basado en el derecho de las minorías, el respeto a la ley y la separación de poderes, ha sido puesto en tela de juicio con la irrupción de partidos populistas que, de manera clara, señalan a los inmigrantes como un peligro para las culturas nacionales, consideran a sus oponentes políticos como enemigos de la gente pura a la que ellos representan, y critican el diseño institucional democrático, queriendo dar voz de forma directa a la gente, como menoscabo de las democracias representativa”.

Por consiguientes y a modo de conclusión, podemos afirmar que las democracias están en peligro porque el lenguaje de comunicar en política ha cambiado, impulsando una auténtica revolución social que ha cambiado la forma de entender la política, porque ahora todo vale para ganar la batalla de alcanzar o mantenerse en el poder. De hecho, la sociedad se ha acostumbrado a escuchar barbaridades de Donald Trump, Boris Johnson, Viktor Orbán, Matteo Salvini, Jair Bolsonaro, Nicolas Maduro, Santiago Abascal, Giorgia Meloni, Javier Milei, José Antonio Kast, y otros. Generalmente, todos estos lideres políticos son auténticos representantes del conservadurismo patriótico, cuyos discursos viscerales no les pasa factura electoral, y al mismo tiempo se han convertido en algo normal para la opinión pública.

Finalmente, las democracias también están en peligro porque los lideres de los partidos hegemónicos se han desconectado de la sociedad, y sobre todo, no han tenido la voluntad de satisfacer las demandas de sus ciudadanos, y precisamente esa sensación de abandono, desesperación y frustración hace que a muchas personas les llame poderosamente la atención la oferta de la extrema derecha radical populista.

Referencias:

  • Eatwell, R. & Goodwin, M. (2018). National Populism: The Revolt Against Liberal Democracy. London: Pelican.
  • Mudde, C. (2007). Populist Radical Right Parties in Europe. Cambridge: Cambridge University Press .
  • Levitsky y Ziblatt (2018) How Democracies Die. Nueva York: Crown Publishing
  • Rama, J. y Casal Bértoa, F. (2019). Are Anti-Political-Establishment Parties a Peril for European Democracy? A Longitudinal Study from 1950 till 2017. Journal of Representative Democracy, 56 (3) 387-410.
  • Yascha Mounk (2022) The Great Experiment: Why Diverse Democracies Fall Apart and How They Can Endure. Penguin Press.
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